“Cuando hablas de osamentas yo digo en este vasto desierto, ¿cómo se puede encontrar osamentas? ¿cómo llegar al momento justo? ¿justo al lugar para encontrar los restos de los seres queridos? Y en verdad lo pienso y digo bueno, lo que queda es lo que nos permite aferrarnos al deseo de seguir conmemorando las fechas y recordándoles especialmente en este lugar dónde se encuentran las osamentas.” (Nieto de ejecutado político de Calama)
Durante la dictadura cívico-militar que atravesó nuestro país desde 1973 hasta 1990, existieron diferentes tipos de operativos de inteligencia que buscaban perseguir, desarticular y exterminar a organizaciones de diversos ámbitos de la sociedad chilena. Uno de estos operativos, fue la “Caravana de la muerte” a cargo del General Arellano Stark, quien en conjunto de una comitiva, se trasladaron por 16 ciudades de Chile para revisar las cárceles y centros de detención, con el objetivo de asesinar a personas que en ese momento se encontraban en estos recintos.
El 19 de octubre de 1973 esta comitiva se detuvo en Calama, dejando un saldo de 26 presos políticos asesinados a un costado de la carretera que une la ciudad con San Pedro de Atacama. Entre ellos líderes sindicales, trabajadores mineros, miembros de partidos políticos de izquierda, jóvenes estudiantes, hermanos, parejas, padres e hijos.
Desde ese momento, las familias y personas cercanas, principalmente mujeres, decidieron “rasguñar” o “peinar” la pampa en extensas jornadas, buscando algún indicio del paradero de sus familiares. Para esto fueron ayudadas por funcionarios del museo arqueológico de San Pedro de Atacama, que les enseñó a reconocer el suelo del desierto, saber dónde había sido removida tierra y cómo marcar los lugares donde ya habían buscado. Testimonio de esta búsqueda, lo pudimos constatar en la casa de Violeta Berrios, donde encontramos álbumes con fotos y fotos de desierto, registrando lugares, a simple vista iguales, donde ya habían buscado.
En 1990, pese a todos los intentos de la dictadura por negar y tergiversar el destino final de los ejecutados, las familias logran hallar restos de osamentas, algunas de estas se encontraban visibles, producto de un posible traslado de los cadáveres y la natural erosión del suelo por las corrientes de viento. En ese lugar, 13 km al sureste en dirección hacia San Pedro de Atacama, donde se trabajó en la recopilación de las osamentas de los ejecutados de Calama, se construyó el memorial de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos de Calama.
El capítulo que viene después es una historia sobre osamentas y el reconocimientos de estas. Luego de encontrados los restos, las familiares realizaron un solo gran funeral en 1990, donde nos cuentan que Calama se “despobló” para despedir a sus ejecutados. En 2006, adoptando las políticas del Servicio Médico Legal, exhumaron las osamentas y fueron sometidas a procesos de identificación, en algunos casos, los huesos, al ser muy pequeños, se perdieron. Luego de eso se realizó un segundo funeral, en que con mucho dolor, algunas de las familias supieron que sus familiares seguían desaparecidos, otras sepultaron fragmentos de personas. Es un sentir general que la pampa aún alberga a los detenidos desaparecidos de Calama.
El 19 de octubre del 2004, la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos de Calama inaugura el Parque para la Preservación de la Memoria Histórica. Una estructura conformada por pilares unidos entre sí de forma circular, que llevan el nombre de las personas asesinadas de la ciudad. En el centro, un espacio de tierra y piedras donde se encontraron los huesos, simulando una cruz, que señala la presencia de las 26 personas asesinadas. En octubre de 2019 las familiares salieron a la calle nuevamente cargando el mismo lienzo de género que confeccionaron a fines de los ‘70 y que señala “No fue guerra, fue matanza”.